¿Alerce o cedro? Pues ni uno ni otro

Extracto del blog de Lucaria, para leer el post completo pincha aquí.

 

En Chile y Argentina se llama alerce a un árbol que no se parece en nada al alerce europeo. Se trata de la Fitzroya cupressoides, de las familia de la podocarpáceas. Fueron sin embargo los europeos quienes le dieron ese nombre. Ninguno de aquellos aventureros de pasados siglos tenía evidentemente formación forestal, no solamente porque la profesión forestal es poco atractiva para las mentes más inquietas, sino también porque esa profesión no existía en la época. Tampoco eran botánicos, pues rápidamente hubieran comprendido que no podían denominar igual a árboles tan diferentes. Cuando se estudió a esta especie con esta perspectiva se la situó en una familia, las podocarpáceas, que no tiene una presencia natural en Europa. Para la mayor parte de los árboles locales los colonizadores fueron adoptando alguno de los nombres de los aborígenes, como lenga, coigüé, ñire, raulí o maitén… o hicieron un apaño mezclando palabras, como el roble pechín. Llamaron a otro araucaria por el nombre que daban a los mapuches. Pero en unos pocos casos, y no sabemos porqué, utilizaron nombres ya conocidos en Europa, en lugar de los locales. Los más llamativos son los del ciprés y el alerce, que eran conocidos por los indígenas como len y lahuén. El lahuén es un árbol magnífico, que supera los 50 metros de altura, llega a pasar los 4 metros de diámetro y varios miles de años de longevidad. Fue primero denominado alerce por los conquistadores por razones que analizaremos más adelante. Los botánicos no lo tuvieron tan claro y lo fueron incluyendo entre los pinos, los abetos, los libocedros (como su colega de infortunio lingüístico el ciprés andino)… Hasta se llegó a probar con clasificarlo como un nuevo género con nombres tan poco exitosos como el de “cupresstellata”, hasta que por fin parece que cuajó el de “fitzroya”.

 

Fuente: PROFOR blogs
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