¿Cuántos kilómetros recorrería un forestal para ver un bosque?

¿Cuántos kilómetros está dispuesto a desplazarse un forestal para ver un bosque? ¿Cómo debería ser de interesante para justificar un desvío de, digamos, 500 kilómetros? Y si nos avisaran de que se trata de bosques destruidos, en los que no podremos ver más que un puñado de árboles muertos, probablemente pocos considerarían de interés hacer ni siquiera cien kilómetros extra de viaje. Pero hay cosas que despiertan una extraña atracción. Tanta, que a mí me han animado a hacer no cien, ni quinientos, sino más de mil kilómetros por solitarias carreteras, doscientos de ellos por tramos sin asfaltar. La llamada mágica era el nombre en letras rojas que aparecía en el plano de carreteras (y alguna visitilla por internet para confirmar de qué se trataba, claro está): los “bosques petrificados” de Jaramillo y Sarmiento. No se trata solamente de bosques lejanos y perdidos en las estepas patagónicas. También lo están alejados y perdidos en los tiempos geológicos. Uno tiene 60 millones de años, el otro 150 millones. Posiblemente solamente al primero se le pueda calificar de bosque petrificado. Según se ha podido reconstruir, se trata de un rodal de araucarias inmensas que fue derribado por alguna erupción volcánica. Troncos inmensos, probablemente de más de cien metros de altura, cayeron de golpe en una misma dirección, arrancando sus propias raíces. El espectáculo debió ser dantesco, más parecido a esas reconstrucciones de una explosión nuclear que a la destrucción de un tornado. El impacto fue tan brutal que algunas araucarias ahorquilladas cayeron enteras, sin que una racha previa desgarrara la rama más débil. No se trataba de pies delgados y desequilibrados, como a veces piensan algunos, que creen que sin claras o raleos el bosque no se desarrolla adecuadamente. A juzgar por la proporción de diánmetros y alturas, de las cicatrices de sus ramas, parece que aquellos árboles habían logrado crecer bien proporcionados. De algunos se calcula que podían tener hasta mil años, llegando a dimensiones semejantes a las de los mayores árboles que viven hoy sobre la tierra. Troncos de hasta tres metros de diámetro, con trozas fosilizadas de treinta y cinco metros. Si les añadiéramos las copas que se han perdido, algunos de esos árboles podrían alcanzar los 70-80 metros de altura. Leer el post completo y ver las fotografías aquí.

 

Fuente: PROFOR BLOGS
Enlace: http://www.profor.org/profor/wp2/?p=354